La violencia simbólica a través de las costumbres, tradiciones y prácticas cotidianas refuerzan y reproducen las relaciones basadas en el dominio y la sumisión. La organización social patriarcal recurre a sistemas simbólicos, como construcciones imaginarias de la sociedad, para legitimar un orden social “correcto”.
Los espacios donde se presenta la violencia simbólica son el educativo, laboral, económico, etc. y a través de instituciones como la familia, la escuela, la iglesia y los medios de comunicación que transmiten imágenes, mensajes, valores y normas que refuerzan los estereotipos de género y determinan los pensamientos, percepciones y acciones de las personas dentro del grupo social al que pertenecen. Este tipo de violencia se expresa por mensajes que humillan y discriminan a las mujeres, tanto al agredirlas de manera directa, como al utilizar sus cuerpos como objetos de consumo, reproduciendo esquemas de opresión, desigualdad y discriminación.